
A veces, el baloncesto no avisa. Julie Vanloo aterrizó en Estados Unidos con una medalla de oro recién ganada en el torneo más importante del viejo continente. Venía de ser campeona de Europa por segunda vez consecutiva con Bélgica. De ser una pieza fundamental en el mejor momento histórico de su selección. Había dejado todo en la pista y ahora tocaba cambiar el chip para coger un avión volver a la WNBA, donde ya había demostrado que tenía sitio. Pero al llegar, el golpe de realidad fue muy duro ya que Golden State la había cortado.
Así, sin tiempo para celebraciones ni explicaciones. Había que hacer hueco a otras jugadoras y su nombre fue uno de los sacrificados. Esa es la parte del baloncesto que no sale en los vídeos de highlights ni le gusta a nadie. La parte que no entiende de méritos ni de trayectorias, y mucho menos de las personas detrás de las deportistas. La que no mira lo que has hecho, sino lo que le interesa a la franquicia.
Pero Julie Vanloo ya ha vivido mucho. Desde muy joven supo lo que era empacar sueños y llevarlos de país en país. Lo ha hecho en clubes de media Europa, lo ha hecho con la selección belga durante más de una década. Ha sido titular, ha sido suplente, ha ganado, ha perdido, ha llorado y ha vuelto. Siempre ha vuelto. Pero en esta ocasión estaba de por medio el factor de que no celebró con sus compañeras de las Belgian Cats el título europeo por viajar al otro lado del charco. Si hubiera sido para seguir con Golden State no hubiera habido problemas, pero al ser cortada cambió todo en un instante.
«Después de viajar 18 horas de regreso a la bahía, me perdí la ceremonia de los fans y la oportunidad de compartir ese momento especial de la medalla con mi familia y amigos. Honestamente, eso dolió. Entiendo que son negocios, pero nada te prepara para la soledad que viene con ser cortada. Se siente como si todo el mundo se estrellara de repente sobre tus hombros«.
Vanloo creó un gran vínculo con las compañeras y aficionados de la franquicia, pero eso no sirve a la hora de la verdad cuando el modelo de competición estadounidense entiende las franquicias como negocios ante todo. Por suerte, Julie no tardó en obtener su redención y continuar en la liga.
Al poco tiempo después del revés que se llevó con las Valkyries, llegó la llamada de Los Angeles Sparks. Una nueva oportunidad, otra ciudad, otra camiseta y en el momento que más lo necesitaba. Un nuevo comienzo que le serviría para dejar atrás un momento nada agradable en San Francisco. Le llegó el reconocimiento de lo que es y de lo que representa. Una jugadora con carácter, entrega, experiencia y que siempre quieres tener en tu equipo por todo lo que te da en lo deportivo y personal. Esa mezcla de talento y coraje que no se mide en números, sino en el respeto que inspira entre compañeras, rivales, aficionados y el mundo del baloncesto en general.
En una liga que a menudo recuerda que el baloncesto profesional es también una industria dura y que muchas veces deja a un lado los sentimientos. Pero ahora, Vanloo vuelve a tener su sitio en la WNBA. Vuelve a competir y vuelve a empezar. en un equipo donde puede sentirse apreciada Y lo hace como siempre, con la cabeza alta y los pies firmes. Porque no es la primera vez que la vida le exige resiliencia, ni será la última vez que responda con su alegría habitual.
«No voy a sentarme aquí y estar amargada, eso no es lo que soy. Soy una persona agradecida, y lidero con amor. De eso se trata. He recorrido un largo camino… de soñar con estar en esta liga«.
Julie Vanloo sigue. Y eso, por sí solo, ya es una victoria para el mundo del baloncesto, porque se le hubiera quedado una gran deuda con el destino después de perderse la celebración con Bélgica y posteriormente perder su hueco en la WNBA.
Imagen de portada vía FIBA
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