
Hay veces en que el deporte son celebraciones, diversión y momentos bonitos, pero otras veces muestra su lado más cruel. Cuando el talento, el hambre competitivo y la pasión no bastan para tener continuidad en el juego, la injusticia se presenta en forma de lesiones.
Trinity Rodman es una de las futbolistas más deslumbrantes de su generación y una de las mejores del mundo en cuanto a habilidad, pero está viviendo una batalla entre la grandeza que promete con su proyección y las lesiones que la interrumpen una y otra vez.
El último episodio llegó esta semana, cuando la joven estrella del Washington Spirit cayó entre lágrimas durante el partido de la Copa de Campeones de la Concacaf W ante Monterrey. Y además, fue en un momento en el que parecía que volvería con la Selección de Estados Unidos por todo lo alto.
Intentó una acción por la banda derecha, pero su pierna derecha no respondió, y tuvo que abandonar el campo con ayuda, apoyada en los hombros de los fisioterapeutas, mientras su rostro reflejaba más frustración que dolor. Al descanso ya caminaba con muletas, con una rodillera y la mirada perdida, sabiendo que cuando parecía que iba a poder disfrutar del fútbol le llegaba otro bache en el camino.
Rodman, de apenas 23 años, vive en una montaña rusa física y emocional desde hace más de un año entre lesiones de espalda, recaídas, parones forzados. Su cuerpo ha sido un obstáculo para la constancia que necesita una jugadora de su talento. La estadounidense no ha podido construir esa continuidad que convierte a las grandes en leyendas, pese a que su potencial es innegable y cuando está sana es uno de los mayores talentos del planeta.
Desde que irrumpió en la NWSL, Trinity Rodman demostró ser distinta. Rápida, eléctrica, con una lectura del juego fuera de lo común, parecía destinada a liderar una nueva era en el fútbol estadounidense cogiendo el relevo de nombres como Alex Morgan o Megan Rapinoe.
Ganó el título de Novata del Año, fue internacional a los 19 años y se convirtió en una de las figuras más mediáticas del fútbol femenino global. Pero el brillo se ha visto empañado por los frenazos que ha tenido que dar por las lesiones.
Su último regreso, tras haber estado apartada por un problema de espalda, había sido prometedor y recordando que puede ser una jugadora generacional. Siete goles en trece partidos con el Spirit, convocada de nuevo por la selección estadounidense y el respaldo público de Emma Hayes, la seleccionadora de Estados Unidos, que no dudó en definirla como “una de las mejores jugadoras del mundo”. La propia Hayes, sin embargo, reconocía hace apenas unos días que Rodman aún no había superado del todo sus molestias, que su cuerpo seguía exigiendo pausas.
Y así, cuando parecía que el horizonte se despejaba, el fútbol vuelve a ponerle un obstáculo más. Y así es el deporte. Una lesión en la rodilla, un mal giro del tobillo, una caída… son detalles que pueden parecer mínimos pero que cambian carreras enteras.
A sus 23 años, Trinity Rodman tiene tiempo. Tiempo para sanar, para volver a tener continuidad, para demostrar por qué muchos la consideran la heredera natural de las grandes figuras del fútbol estadounidense. Pero su historia también recuerda que el talento no siempre es suficiente y que hay muchos factores que definen la trayectoria de una jugadora.
El deporte, a veces, es profundamente injusto. Y en esa injusticia es cuando se ven cosas del lado humano de las jugadoras. La lucha constante de las deportistas como Rodman, que se niegan a rendirse incluso cuando su cuerpo les pide parar.
En condiciones normales, Rodman debería tener una década más de carrera por delante. Lo que hemos visto es solo el principio y ojalá el destino sea justo con ella, para permitirnos a todos disfrutar de una de las jugadoras más talentosos de la actualidad y una figura que puede ser una referencia mundial que haga seguir creciendo el fútbol femenino.
Imagen de portada vía Washington Spirit
Síguenos en nuestra cuenta de X (@DeporteFem_com) para no perderte nada de nuestro contenido.
Únete a nuestro grupo de Telegram (Deporte Fem) para formar parte de nuestra comunidad.

