
Es muy difícil escribir algo después de una lesión como la que sufrió Queralt Casas. No solo por lo duro del momento, sino porque poner en palabras lo que significa su ausencia va mucho más allá de lo evidente. Por lo que este artículo de hoy tiene poco que ver con la lesión. Porque si esa frase hecha de ‘no se valora lo que uno tiene hasta que lo pierde‘ tiene sentido, es ahora, cuando nos damos cuenta del tiempo que estaremos sin verla en las canchas. Por los meses que vamos a estar sin disfrutar de la energía y pasión de una de las figuras del baloncesto español.
Y no es solo que se lesiona una jugadora tan importante como ella. Es que se nos va por un tiempo, una forma única de vivir y entender el baloncesto. Una jugadora que convierte cada posesión en un mensaje de su presencia, cada defensa en una declaración de intenciones de que siempre va a darlo todo. Porque pocas jugadoras ponen la pasión, la entrega y la intensidad que pone Queralt en cada acción del juego. Tiene algo especial y que es muy difícil de ver. Algo que no se mide en números ni en highlights, pero que se siente apenas entra a pista. Ahora que se usa mucho la expresión de ‘aura’ para hablar de la grandeza, aquí se aplica a la perfección. Queralt es una de esas personas que tienen mucha aura.
Su ADN competitivo es inconfundible y siempre la querrías tener en tu equipo. Esa garra que contagia a sus compañeras, esa manera de levantar a la grada sin decir una sola palabra, ese espíritu que no deja a nadie indiferente. Queralt no necesita ser la protagonista para ser esencial y su trabajo en la sombra, tanto a nivel defensivo como en cuanto a liderazgo, lo demuestra. Tiene esa capacidad de estar en todos lados, de dejar su huella en cada jugada, teniendo siempre pasión reflejada en cada mirada, en cada gesto. Y eso, sencillamente, no se enseña, se tiene o no se tiene.
Ahora, por desgracia, estaremos unos meses sin verla jugar. Y eso duele al que ama al baloncesto. Duele para quienes la siguen cada partido, para sus compañeras, para el baloncesto femenino en general, y para cualquiera que alguna vez se emocionó viéndola dejarlo todo por un balón, incluso en partidos en los que ganan por 30 puntos. Porque cuando una jugadora como ella se aparta por un tiempo, el deporte pierde un poco de su esencia y el baloncesto es menos baloncesto.
Pero también es en estos momentos cuando más se revela lo que realmente representa. Porque a veces no se nota cuando Casas está, pero siempre se nota cuando falta alguien como ella. Queralt no solo es una gran jugadora: es un símbolo para su equipo y para los que sienten pasión por el deporte.
Es todo un ejemplo de compromiso, de esfuerzo, de amor verdadero por el baloncesto. Y eso no desaparece con una lesión. En una persona como ella seguramente sea al contrario, se hará aún más visible. Porque su ausencia también habla de lo mucho que su presencia significa.
El camino de vuelta será largo, pero no hay duda de que volverá con sus caras de alegría, concentración o enfado. Tan expresiva sobre la pista como siempre. Porque quienes juegan con el corazón siempre estarán presentes, precisamente porque se ganan el corazón de otros. Y cuando eso pase, cuando vuelva a pisar una pista, estaremos ahí para aplaudir no solo su regreso, sino todo lo que representa su figura y por la resiliencia que la ha acompañado toda su carrera.
Lo dije al principio y ahora repito; el baloncesto es mucho mejor cuando juega ella juega.
Te echaremos de menos estos meses, Queralt.
Imagen de portada vía FIBA
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