Sabrina Ionescu salió campeona de la WNBA en la temporada más mediática y en una de las mejores finales que se recuerdan en la liga. De alguna manera, podemos decir que se cumplió una profecía que empezó a coger forma cuando todavía era jugadora de Oregon Ducks en la universidad.
La estrella de New York Liberty puso la primera piedra para construir el camino que han seguido Caitlin Clark, Angel Reese o Paige Bueckers. Fue la primera jugadora de baloncesto que marcó un antes y un después en cuanto a la repercusión de su figura.
En su etapa de la NCAA se unieron todos los factores para hacer que la carrera de Ionescu se catapulte a lo más alto. Se dio la suma de un juego único, de highlights que daban la vuelta al mundo, el apoyo de figuras como Kobe Bryant o Stephen Curry… Nada podía salir mal de la forma que se estaban dando las cosas.
Aunque este párrafo anterior no significa que haya tenido las cosas fáciles, porque ha sido todo lo contrario. Sabrina ha tenido que luchar contra viento y marea para conseguir cumplir con lo que se esperaba de ella.
Pongámonos en su piel
Vamos a ponernos por un momento en su situación antes de continuar, para entender mejor lo que ha ido ocurriendo en su trayectoria durante estos últimos años.
Imaginemos que somos una jugadora de baloncesto que tiene muy buena pinta en categorías de formación, ya que por mucha repercusión que tenga la NCAA no deja de ser una competición previa al profesionalismo, y que, año a año, vamos creciendo en el deporte que nos apasiona y nos convertimos en una figura relevante dentro de un nicho que todavía está empezando a crecer. Poco a poco van apareciendo relaciones de mucho calibre en el mundo de la pelota naranja como leyendas y superestrellas de la NBA. También jugamos un amistoso contra la Selección de Estados Unidos, y no solo eso sino que ganamos el partido.
¿Os imagináis vivir todo eso sin que se te suba a la cabeza la fama y todo lo que conlleva? Pues eso fue lo que le pasó a Ionescu en muy poco tiempo. Todo estaba encaminado para que fuera la primera elección del Draft de la WNBA y diera un gran paso en su carrera. Pero había algo dentro de Sabrina que le decía que tenía asuntos pendientes en Oregon y que ser profesional podía esperar. Decidió quedarse una temporada más en la NCAA para ayudar a sus Ducks a conseguir el título nacional.
Y aquí apareció el primer gran bache para ella, ya que esa temporada, por culpa de la pandemia, se tuvo que suspender el March Madness, quedándose sin oportunidad de poder regalarle a su afición el título.
En ese escenario tan extraño por culpa de una crisis mundial, Ionescu llegó a la WNBA lista para sacarse la espina y poder conseguir un campeonato. Pero… nada más lejos de la realidad al comienzo de su aventura en la liga estadounidense.
Su debut quedó marcado por la defensa de Seattle Storm, y sobre todo de Alysha Clark. Porque Sabrina no era una novata cualquiera, ya que su llegada a la liga fue siendo más famosa que la mayoría de las estrellas. Se podría decir que fueron a por ella de primeras. Aun con esas, debutó con 12 puntos, 6 rebotes y 4 asistencias.
Después de esa primera toma de contacto con la WNBA, empezó la fiesta. En su segundo partido se fue a los 33 puntos con 7 rebotes y 7 asistencias, demostrando que estaba preparada para competir contra las mejores del mundo.
Pero, una vez más, apareció un gran obstáculo y se lesionó durante el tercer partido. Se perdió lo que quedaba de temporada y parecía que la llama mediática se iba apagando. No ganó el Madness cuando lo disputó, no pudo jugarse el último año y se lesionó nada más llegar a la WNBA. Todo se estaba poniendo muy cuesta arriba para ella.
La jugadora que estaba predestinada a cambiar el paradigma del baloncesto estaba atravesando momentos complicados. Pero nunca se rindió y siguió trabajando para poder vivir una historia que se había escrito antes de empezar.
Con el tiempo, siendo ya una jugadora de la dinámica de la Selección de Estados Unidos, supo lo que era ganar torneos con su país, pero todavía le faltaba saborear el éxito con su equipo. En Oregon no fue posible y en New York se estaba resistiendo hasta este 2024 en el que terminó sus asuntos pendientes.
La carga de tener una expectativas tan altas y los obstáculos en el camino no impidieron que Ionescu sea campeona de la WNBA. El destino se lo debía y por fin es una realidad. Además, en estos últimos años se veía cómo nombres se posicionaban por encima suyo, sobre todo el de Caitlin Clark. Sabrina tenía que demostrarle al mundo que ella seguía presente y no se iba a quedar en una promesa incumplida, y lo logró.
Ionescu tuvo que sentir una gran liberación cuando, por fin, supo que lo había conseguido. Y más con el contexto de ser tras acabarse el tiempo de la prórroga en un quinto partido de las Finales.
La jugadora de raíces rumanas es la demostración de que por muy famosa y talentosa que seas y aunque parezca que tu historia ya esté escrita, hay que luchar para cumplir los sueños.
Imagen de portada vía Getty Images